España se prepara para ir desescalando las medidas de contención de la epidemia. El temor a un rebrote del coronavirus lleva a medir muy bien un aspecto clave: ¿quién es inmune a la infección? Charlamos con Margarita del Val.
Aún no nos hemos asomado al desfiladero donde dobla la curva de contagios, ya queremos avistar una cierta esperanza desde el balcón de casa. Con el interrogante de cómo y cuándo volveremos libremente a la calle, la futura llanura epidémica amenaza con empinarse de nuevo.
Una reapertura del país puede llevarnos a un repunte e, incluso, un temido rebrote de la epidemia del coronavirus. Ha ocurrido en algunos lugares de China continental o Hong Kong.
«La gente no está inmunizada ante este nuevo patógeno. El número de casos podría volver a subir si la gente vuelve al trabajo, a abrir las tiendas… creer que has vencido al virus es el mayor riesgo». Estas palabras datan de la pasado 24 de febrero. Pertenecen al doctor Mike Ryan, en la rueda de prensa de la OMS que alabó las medidas de contención en China. ¿Viven Italia y España en la China de hace una mes y medio?
La palabra fundamental es «inmunidad», a la que justamente una de las más veteranas inmunólogas del país, Margarita del Val, suma otra: «ciencia». «La ciencia nos tiene que sacar de esta». Sintagma al que añade «…con el tiempo».
A ella se le ha encomendado coordinar la plataforma Salud Global: 12 proyectos al calor del CSIC contra el coronavirus, con 150 grupos de investigación. Su prioridad, ahora, preparar el día de mañana. El día de la reapertura sin riesgos.
Frenar una segunda ola antes del otoño
El confinamiento no persigue reducir a cero los contagios. Persigue que no se disparen en poco tiempo en un lugar. Es lo que viene pasando hasta ahora, con curvas cuyas formas han desafiado la capacidad de urgencias y UCI de Italia o España.
El viralizado artículo del vicepresidente de Crecimiento en Silicon Valley Tomás Pueyo Por qué debemos actuar ya vino a popularizar una expresión: «el martillo y la danza». Actuar con contundencia al principio de la epidemia para que luego haya ligeros ascensos y recesos en el número de casos, sostenidos en el tiempo.
Como explicaba su autor en El Objetivo de La Sexta el pasado domingo, «de aquí a mayo y junio volveremos a cierta normalidad. La clave es saber qué es esa normalidad. La normalidad normal no llegará hasta el año que viene».
l pasado 30 de marzo, el equipo del MUNQU del Instituto Universitario de Matemática Multidisciplinar de la Universitat Politècnica de València publicaba su último informe. Proyectaba un futuro de la epidemia en España. En un escenario optimista, el pico real de casos activos ya se habría superado, tras alcanzar una cifra de cerca de 550.000 infectados, la inmensa mayoría, no detectados.
El número de personas con COVID-19 ya estaría descendiendo y a principios de julio se situaría en cotas mínimas. Pero esto –insistimos– es un escenario optimista. Porque si no descontamos que el calor y la radiación del Sol preveraniego ayude a destruir el virus y volvemos a la calle como si tal cosa, volvemos a la casilla de salida.
La nueva curva ascendería desde la última semana de mayo, acercándose peligrosamente a los 400.000 infectados en puertas de diciembre. Coincidiendo con la anual epidemia de gripe.
El riesgo de rebrote es alto. Está ocurriendo en países de Asia al levantar algunas de sus restricciones. Aunque tienen que ver con casos importados.
Es uno de los cientos de escenarios que equipos técnicos de medio mundo están diseñando con las herramientas matemáticas y sociales clásicas. Digiriendo los magros e irregulares datos que se van conociendo en tiempo irreal. El mapa de la pandemia actual refleja los contagios de hace días. Y las muertes, los desafortunados contactos de hace unos 18 días.
«El riesgo de rebrote es alto», no duda en afirmar por videollamada la doctora Del Val. «En países donde se ha controlado muy bien la primera ola está ocurriendo». Del Val sigue con atención lo que ocurre en Asia. Ahora es la encargada de coordinar la ciencia que, en España, tendrá que preparar el día después del confinamiento.
Pone el caso de Hong Kong como ejemplo. «Lo hicieron demasiado pronto, se volvió la gente a confiar y a las tres semanas de levantar el confinamiento han tenido que volverlo a poner y hacerlo más drástico».
Ni morir de coronavirus ni morir de hambre
El coronavirus que apareció en China en diciembre y que apenas lleva circulando tres meses ha causado un millón de casos y más de 50.000 muertos, lo que evidencia que los países no deben apresurarse a levantar las restricciones impuestas para controlar la transmisión del patógeno.
Al comunicar este triste récord, la OMS optó este viernes por poner énfasis en que esta pandemia no sólo es una tragedia para la salud pública, sino también para la economía mundial y para cientos de millones de familias en el mundo que han perdido sus ingresos o ven peligrar sus empleos.
«Las restricciones que se han impuesto en muchos países han afectado los ingresos de muchas personas y sus familias, estamos en una difícil batalla para proteger las vidas y los medios de subsistencia de la gente», dijo el jefe de la OMS Tedros Adhanom.
Sin embargo, advirtió de que «si los países deciden levantar las restricciones muy rápido, el virus puede resurgir y el impacto económico puede ser todavía peor y más prolongado».
Por ello, pidió a los gobiernos que pongan en marcha planes para que la gente tenga acceso a alimentos y artículos esenciales, al tiempo que les recordó que la única manera de retornar a una vida normal es frenando la transmisión del virus.
China continental, Hong Kong y Singapur han tenido nuevos casos detectados cuando parecía por completo erradicada la transmisión. Los gobiernos han apuntado a contagios importados. Ciudadanos que han vuelto al país desde un extranjero que se han convertido en el reverso de la China del mes de febrero.
Un virus sin talón de Aquiles
«En la primera ola no nos lo creímos», sentencia Del Val. Ahora nos tocará ir «más despacio y con un control de cada caso, como mínimo, tan fuerte como el estos países en la medida de nuestras posibilidades» cuando empecemos a salir del confinamiento.
A diferencia de los alumnos aventajados de Asia –que ya vivieron el primer y mortal golpe del SARS-1–, en Europa hemos empezado a aislar a toda la población porque no hemos podido trazar todos los casos para aislarlos.
Parece que las personas sin síntomas tienen un 55% de la capacidad de contagiar de las sintomáticas, «que es bastante».
«El talón de Aquiles de las enfermedades infecciosas es cuando se reconoce bien a las personas que contagian», precisa la inmunóloga. Es el caso del ébola, que provoca grandes hemorragias. Pero aquí, la mayoritaria levedad del síndrome del COVID-19 asociada al virus ha resultado ser su arma más letal.
Los asintomáticos o, más bien, presintomáticos, han sido un combustible de para la pandemia. «Con una eficacia del 55% respecto a las sintomáticas, que es bastante». Al punto de plantearse abiertamente el uso generalizado de mascarillas, teniendo en cuenta que no se sabe bien quién puede contagiar y quién no. Aunque Del Val insiste en el distanciamiento social y el trazado de casos.
Aislar sospechosos y dejar salir a los curados
«En la pandemia de gripe 2009 se intentó al principio aislar pero se extendió mucho y se vio que no se podía. Pero se ha hecho en otras epidemias, como con el SARS de 2002-03. Les pilló más desprevenidos que ahora en países asiáticos cercanos a China pero lograron parar la infección con esas medidas».
Margarita del Val, en la entrevista por videollamada, junto a una imagen de la gripe de 1918| M.V. / NMHM
Se consiguió frenar no sólo la enfermedad sino hacer desaparecer la transmisión del virus, un hito a la altura de la erradicación de la viruela, «que se consiguió con la vacuna».
Pero carecemos de ella. Y esta es la gran diferencia con respecto a las últimas pandemias, pese a que se llevaron por delante millones de vidas. Sin visos de contar con una segura y efectiva antes de un año («esperemos, porque quizás no lo consigamos –advierte–, para el VHI no hemos podido»), sólo queda la inmunidad adquirida por quienes superan la enfermedad.
En este sentido, el informe del Imperial College publicado esta semana advertía que el éxito de las medidas de confinamiento complicaba cualquier virtual estrategia de una inmunidad de rebaño natural. Algo que insinuó en sus primeras intervenciones el primer ministro británico Boris Johnson.
[Aquí tratamos de explicar las fortalezas y debilidades del informe que cree que España ha salvado 16.000 vidas con el confinamiento y tiene 7 millones de casos]
Los cálculos del Imperial advierten que, para ser efectiva esa inmunidad de grupo como la de una vacuna, debería pasar el COVID-19 entre el 55% y el 75% de la población. Sin embargo, proporciones como el 15% de la ciudadanía de un país ya son significativos para abordar una apertura parcial.
Análisis para ver quién ha superado el COVID-19, ahora. Refuerzo sanitario y hospitales premontados, para futuras olas.
Sus expertos creen que entre 2 y 20 millones de españoles ya han pasado la enfermedad y no se volverán a contagiar, al menos, esta temporada. ¿Deberían volver a trabajar y juntarse sin miedo?
«Se puede saber con test serológicos, con un pinchacito en un dedo, en minutos», señalaba el pasado martes el investigador Oriol Mitjà en Al Rojo Vivo de La Sexta. Se puede saber quién ha pasado la enfermedad a partir de los anticuerpos desarrollados por el organismo, y que permanecen en la sangre.
Este tipo de análisis, que aún no se están poniendo en práctica en la población «identificaría a los ya sanos seropositivos en SARS-CoV-2», explica. A quien no lo haya pasado, «se le tendrá que hacer una monitorización temprana de los síntomas».
Países como China y Singapur ya han utilizado pruebas serológicas para el rastreo de contactos para ver cómo se ha propagado el virus.
Esta semana llegaron España los primeros dispositivos para hacer estas pruebas. Un millón de test que se pueden usar a partir del séptimo día de la aparición de síntomas. «No existen evidencias para usarse como cribado frente a otras técnicas (PCR, por ejemplo)», precisan desde la SEIMC.
No hace falta testar a todo el mundo para ver si se ha pasado el COVID-19. Se puede hacer un muestreo para extrapolar y hacer predicciones.
Salud Global
Margarita del Val, Coordinadora de
«No hace falta testar a todo el mundo», cree Del Val. «Cuando hacemos elecciones se hacen encuestas a una muestra significativa de la población. Se podrían hacer test serológicos a una muestra significativa de los españoles y observar la frecuencia de personas que ya han pasado la enfermedad y están inmunes. De ahí, extrapolar, con cierto margen de predicción. Cuanto antes, mejor.»
¿Qué hacer mientras? «No debemos confiarnos en que hasta el otoño no pase nada». Margarita del Val vuelve al mantra de la prevención. «Incluso tener algún hospital premontado de cara al futuro, aunque parezca un despilfarro».
«Trazando bien e invirtiendo en sanidad, igual que tenemos aviones de combate que no usamos para nada normalmente, perlo están por si son necesarios, para tener capacidad de reacción inmediata».